Fin de semana largo en toda Europa. El plan de recorrer
la Costa Azul seduce a los Zubialde asique tanto ellos como nosotros partimos
desde Zug el viernes por la tarde, apenas finalizadas las obligaciones de la
semana. Siete horas más tarde llegábamos a Cap D’Antibes, localidad situada
entre Niza y Cannes, y que también es conocida como Juan-Les-Pins.
Contrario a todos los reportes meteorológicos, el fin de
semana comenzó con cielo bien celeste. Y Niza nos esperaba para ser descubierta
con mucho sol y calor. A pesar de ello, a pesar de los kilómetros caminados, a
pesar del agotamiento, las cuatro niñas disfrutaron el día desde el desayuno con
Café Au Lait y Croissants en una Boulangerie
de la Avenida Jean-Medecin. Luego de recorrer el centro más nuevo de la ciudad,
llegamos al mediodía a Colline du
chateau, un cerro que ofrece unas vistas increíbles de la ciudad y el Mediterráneo,
parque de juegos para las chicas y un kiosco donde almorzamos las típicas
baguettes francesas. Luego de muchas fotos, bajamos a la ciudad en ascensor (
que fácil hubiera sido la subida de haberlo encontrado antes!) y desembocamos
en el casco antiguo: que lindo! Cientos de callecitas coloridas con restaurants
y cafés, mucha gente pasendo, comercios pintorescos, la Plaza Massena, la plaza
Garibaldi… Esta parte de la ciudad nos entretuvo por unas cuantas horas. Y después
de una caminata por la Promenade Des
Anglais, una avenida que transcurre a lo largo de la playa, premiamos a las
chicas con dos vueltas en Carrousel.
Cuando la tarde caía, el
agotamiento de las más pequeñas era evidente y el mapa ya había sido recorrido,
nos dirigimos a Cap D’Antibes bordeando la playa. Un balneario atrás de otro,
un yacht más grande que el otro y muchos pescadores esperando el pique. Así
vimos como la playa que en Niza es de piedra se convierte en una de arena a
medida que se avanza hacia el oeste.
La cena en una pequeña
plaza de Antibes culminó con una breve llovizna, que quedó en eso. El domingo
amaneció tan soleado como el día anterior y nos permitió recorrer Cannes en
shorts y mangas cortas. Siendo el último día del renombrado festival el clima
aquí era de pura fiesta, aunque solo pudimos ver famosos en fotografías. Luego
del desayuno en una callecita trasera del centro, recorrimos el mercado donde
pareciera que se reúne todo el pueblo. Sumamente pintoresco y con gran variedad
de productos. Las callecitas que lo rodean tienen negocios encantadores que
ofrecen derivados del olivo, de la lavanda, champagne, pescaderías y panaderías
donde la gente hace fila para comprar su baguette. Y luego, el Boulevard
Vautrin, eterno de largo y repleto de boutiques elegantes. Y por supuesto, el
Boulevard de la Croisette, ese día lleno de carpas blancas que habían dado
lugar a eventos VIP. Almuerzo frugal, otra vuelta en calesita, juegos en la
plaza y… a St.Tropez!
Este es uno de los centros
turísticos más famosos de la Riviera Francesa. Aunque pequeño, vale la pena
visitarlo. Tiene un puerto repleto de yates de todos los tamaños y un centro
comercial lleno de color y glamour. Nos hubiera gustado quedarnos más tiempo,
pero luego de dos horas, una Coca Cola y un paneo general, la lluvia nos
corrió. Acertada fue la decisión de emprender el regreso por que el diluvio nos
acompañó buena parte del regreso a Antibes. La lluvia y la cantidad de turistas
hicieron difícil la salida por que hay que tener en cuenta que St Tropez queda
en el otro extremo de un golfo y solo tiene una vía de acceso, que ese día no
daba abasto.
Y a nuestra última mañana
en este paraíso la invertimos en Montecarlo, a 40 minutos de Niza y ya en el
camino de regreso. Era el día posterior al 70mo. Grand Prix de Mónaco por lo
que la ciudad estaba abarrotada de tribunas vacias, balcones embanderados y
camiones que retiraban los autos. Pero pudimos ver los boxes y caminar sobre
las calles mismas donde se había corrido la carrera. Caminando a orillas del
puerto pudimos ver los barcos más increíbles, que hacían parecer pequeños los
vistos días antes. Pasamos por el Jardín Japonés y terminamos en la Opera y el
Casino. El resto de la ciudad, en auto, de salida.
Y así comenzó el camino de
regreso donde no hay un kilómetro para desperdiciar, para mirar el Mediterráneo
azul y los distintos pueblos de tejas rojas allí, abajo. Y más adelante, el Lago
di Como, y luego el de Lugano. Y más
tarde el famoso Gottardo, el túnel de 17 kilómetros que separa el cantón
Ticino de los de habla alemana. Podría haber llevado mucho tiempo de cruzar,
pero si hasta eso salió perfecto: no más de 20 minutos de espera y poco tiempo más
estábamos en casa. Felices, después de un fin de semana inolvidable en que lo
pasamos genial tanto grandes como pequeñas!