Buena parte del centro es peatonal, con shows musicales en cada esquina. Las callecitas internas son muy lindas, perfumadas con plantas enredaderas y florecidas. A los pies, unos canales finitos, llamados Baechle, que fueran usados antiguamente para apagar incendios y que hoy tienen por objetivo refrescar el aire en el verano.
A pocas cuadras del casco viejo se encuentra el parque de la ciudad (Stadtgarden). Las chicas jugaron en un parque de juegos muy lindo. Desde allí parte un cablecarril que sube a Schlossberg, otro parque en la montaña desde el que se puede obtener un primer pantallazo de la Selva Negra.
A casi una hora de Freiburg se encuentra el lago Titisee, no muy grande, pero muy bonito, rodeado de bosques verde oscuro, bien oscuro. Una calle peatonal bordea uno de sus lados y sobre ella los turistas que llegan de todas partes pueden comprar los souvenirs típicos de la región: el reloj cucú, los sombreros con pompones rojos que las mujeres usan en los festivales, cencerros... Si alguien quiere probar la especialidad de la región, la torta Selva Negra, no tendrá que caminar mucho por que en tan solo dos calles encontrará un buen número de restaurants.
El tiempo lluvioso y helado nos sorprendió en mangas cortas y apenas un impermeable. Entendimos así porque aquí el verde es tan profundo: lluvia, lluvia y lluvia!
Hubieramos querido disfrutar del lugar mucho más, pero en cambio lo hicimos desde el auto. El camino de vuelta a casa transcurrió entre lagos y bosques. Rutas de muchas curvas, entre pinos altísimos. Cada tanto, un claro de amarillos y verdes y algun pueblito. Primero Feldberg, luego Schluchsee ( otro lago muy lindo) , Wiznau, Brenden, hasta cruzar la frontera en Koblenz, ya del lado suizo.
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