Es el río Rin el que transcurre tranquilamente hasta que se encuentra con esta caída de agua ni tan ancha ni tan alta, pero muy pintoresca. No son más de 150 metros de ancho ni 23 metros de alto, pero el caudal de agua es importante.
El paseo se puede realizar a ambos márgenes del río, pero nos habían recomendado comenzarlo del lado izquierdo.
Después de comprar el ticket ( CHF 13 los cuatro miembros de la familia) ingresamos al castillo Laufen. Es chiquito y está construido justo sobre la cascada. Una senda bordea el río y llega a varios miradores ubicados justo encima de la catarata. Uno de ellos, dentro de una cueva, permite tocarla con solo extender la mano. El recorrido es muy divertido y lindo y concluye en el muelle al que llega un bote que cruza el Rin.
Del otro lado, almorzamos al borde mismo del río y jugamos en un parque muy divertido. Pero esperábamos ansiosos el primer paseo de Male en bote, quien con ojos enormes vió cómo la pobre embarcación llegó hasta donde la corriente lo permitió, casi hasta la enorme roca que a pesar de los años y los litros que la golpean sigue sin erosionarse. Nos mojamos un poco y luego, de divertirnos quince minutos, terminamos en el mismo lugar donde había comenzado la excursión.
La lluvia nos llevó directo al auto y acortó el paseo. De haber sido un día soleado, quizás hubiéramos conocido Schaffhausen, la ciudad a orillas del río que surgió en el año 1500 como puerto comercial debido a que los barcos no podían continuar su recorrido. O hubiéramos caminado por los distintos senderos que bordean el parque y el río, por donde pasean andariegos y ciclistas...
Aún así aprovechamos la mañana en este lugar tan lindo, otro más de los que este país tiene para ofrecer a menos de 100 kilómetros de casa.
Entrada al castillo Laufen |
La cascada, la roca en el centro y el bote de paseo |
Clari en uno de los miradores, salpicandose con el agua del Rin |
Otro de los miradores, justo por encima de la cascada |
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